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Ayer vi «Centurión»

Y le ahorro la molestia: es un filme, grande en producción, de guerra estándar con facilidad para la misoginia, ambientado en la época de los romanos. Y la pregunta del millón ¿Será bueno? Meh, más o menos.

Cuenta la historia del centurión Quintus Dias (interpretado por Michael Fassbender), un soldado romano curioso, al que le interesa saber sobre el lugar en el que se encuentra y su gente. Y eso no es menor, ya que está en Escocia, durante una tensa tregua entre los invasores romanos y los residentes del lugar: la «tribu» de los pictos. Sin embargo no lo vemos estudiar mucho, ya que inmediatamente el fuerte en el que se encuentra es invadido por los bárbaros, quienes matan a todos excepto a nuestro héroe, quien cae prisionero y es objeto de múltiples humillaciones (lo que parece ser una constante en la carrera de Fassbender: Bobby Sands en «Hunger«, el pobre marido en «Eden Lake«, el agente secreto que muere por una tontería en «Inglorius Basterds«) hasta que, de forma desconocida, logra escapar. Regresa así a la tropa romana, a la novena legión «hispania», pero sólo para ser objeto de la ferocidad y crueldad de los pictos, que acaban con tres mil soldados de un plumazo. Así, la misión de Dias es ahora llevar al puñado de sobrevivientes de regreso, perdidos como están en territorio enemigo.

Tal como le comentaba, querido lector, es un filme regular. Para empezar, no hay mucho más que el lugar donde están los personajes ¿Por qué están ahí? Da lo mismo. Lo único que queda claro es que la tropa y los oficiales son clases distintas, donde los primeros son desechables para los segundos ¿Quienes son sus oponentes? También da lo mismo: son casi todos más malvados que el demonio. Casi, porque la única compasiva y buena es la bruja, guapa como modelo. No me entienda mal, querido lector: me gusta ver mujeres guapas, pero no todas las mujeres del mundo lo son del mismo modo. Presentar un mundo de bellezas de pasarela es irreal.

Y eso es llamativo también ¿Creería usted que una mujer bella y frágil, que probablemente pese 45 kilos, pueda subsistir sola en el bosque, cortando leña y pescando? Yo tampoco. Y menos aún del modo tan casto en que lo hace: recibe a los héroes, los cura y alimenta, para luego despedirse de ellos con simpatía pero sin besos siquiera. Y estamos hablando de una bruja que, aunque parezca modelo, está diseñada como creemos hoy que eran las brujas: mujeres con grandes conocimientos en medicina natural, sacerdotisas de las antiguas religiones agrícolas-matriarcales. En estas religiones, en aquel entonces, la relación entre el coito y la fecundación no estaba clara aún (relación que catalogó a las mujeres como propiedades valiosas, como cosas de valor, en las religiones judeocristianas), por lo que la práctica del sexo estaba libre de culpas y restricciones: era un modo de celebrar y reafirmar la vida en el universo, garantizando su permanencia. Si esta guapa modelo-bruja hubiese actuado realmente como una bruja europea premedieval, se hubiese acostado con los romanos, dominantemente. Pero aquí es equivalente a una virgen: más valiosa mientras menos terrenal.

Sin embargo el filme opta por un machismo premoderno bastante agresivo: el rey picto manda a su mejor guerrero a matar a los soldados romanos fugitivos y su mejor guerrero es una muy guapa mujer, la última chica Bond: Olga Kurylenko. No hay nada de malo en eso, excepto que nos obliga a pasar gran parte del climax del filme viendo a nuestros héroes golpear y matar mujeres, entre ellas a la bella Olga. Visto así, este filme es un paso más allá en la ruta de Mario Cobretti o del mismísimo Chuck Norris, guardián de la humanidad: matar rusos, mexicanos, italianos o pobres. Ahora son mujeres. Pero malas mujeres. Incluso cuando (déjeme ser vago, querido lector: no quiero contarle el final) hay una traición de hombres mayores, es una mujer la encargada de llevarla a cabo, y recibe su castigo correspondiente. Ya no son tentadoras/traidoras: ahora son blanco de violencia.

Un recurso usado en este filme para sobrellevar tan pesada carga, la de la guerra a las mujeres, es la deshumanización del enemigo. El rey picto «se enamora con odio» de los legionarios porque éstos mataron a su hijo, pero curiosamente recibe la noticia del crimen y realiza el rito funerario con la misma expresión: pétrea. En otro momento un picto recuerda en voz alta la tragedia que convirtió a la bella Olga en lo que es hoy: una cazadora experta y una máquina de matar. Pero la bella Olga escucha el relato de sus desgracias (violación, mutilación y asesinato) con la misma expresión del rey: pétrea ¿Es que los pictos no lloran? Quizá no, estamos hablando del año cincuenta después de cristo. Pero ¿No se conmueven, no les tiembla la barbilla, no se congestiona su rostro ante la desgracia? ¿Tienen los pictos, agricultores y ganaderos, la misma profundidad emocional que un oponente de Kung-Fú?

En lo estético este filme se monta en la larga línea de los deudores del soldado Ryan: colores poco saturados, alto contraste, alta velocidad de cuadros, mucha mugre sobre los personajes, poco e intenso gore. En fin: se ve como se ven los filmes «crudos» desde hace diez años. También hay aquí una voz en off del protagonista que no aporta mucho: cuando el personaje parece dudar, la voz expresa duda, cuando el personaje parece cansado, la voz expresa cansancio. Sobre ésto, me parece muy adecuado lo que se dijo a propósito del director’s cut de Blade Runner: la voz en off frecuentemente responde sólo a la inseguridad del narrador.

Sin embargo, el filme lo dirige Neil Marshall, el mismo que nos regaló la muy estupenda «Dog Soldier» y «The Descent«. Quizá le pasó lo mismo que frecuentemente les pasa a los directores independientes cuando dan el salto a filmes más grandes: también crece la presión desde todas partes y es más fácil perder el norte.

Roberto Suarez Perez

Acerca de Roberto Suarez

Vivo en La Habana actualmente

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