¿Quiere que le de un motivo para ver este filme? Aquí podrá ver al gran Rutger Hauer monologando y no le voy a contar cuándo ni cómo, pero vale la pena. Para mi eso es bastante, fanático como soy de «Blade Runner» (cuando me di cuenta que la había visto más de veinte veces dejé de contar). Este filme no es como «Blade Runner», eso sí. No se le parece en nada, excepto quizá en que las dos muestran ciudades en caos (aunque la similitud es superficial, como la que hay entre la compañera de aventuras de «Den» y una mujer real) y, por supuesto, la presencia del neerlandés.
Cuenta la historia del vagabundo-sin-nombre, quien llega a la ciudad de «Scumtown» como polizón en un tren de carga. La ciudad es un pueblo sin ley, caótico hasta el hartazgo, donde la población se divide básicamente entre sádicos dementes y víctimas. El vagabundo pretende comprar una cortadora de pasto para rehacer su vida, con dinero ganado mediante mucho dolor (¿Recuerda «Bumfight«?), pero ante la violencia general decide comprar una escopeta y limpiar el pueblo a tiro limpio.
Tal como se puede imaginar a estas alturas, lo real es lo menos importante aquí. El imaginario básico de «Hobo… » es el del punk rock, pero despojado de su seriedad mortal y convertido en comedia de historieta: dureza urbana, corrupción generalizada, el poder estatal como agente de la destrucción, y la única alternativa es la violencia. La ciudad está dominada por una mafia de traficantes que más que interesada en el comercio parece sólo querer golpear y mutilar gente al azar. Las prostitutas, que parecen ser el único tipo de mujeres presentes, no tienen sexo por dinero: son golpeadas y asesinadas. Incluso aparece Santa Claus en este pueblo: pedófilo. Sólo hay un lugar tranquilo en todo el filme y es el que sale al comienzo: el paisaje campestre que ve el vagabundo cuando viaja en tren, totalmente vacío de humanidad. Considerando todo lo que pasa después uno se pregunta ¿Por qué no se quedó en el campo? No es fácil vivir lejos de la civilización, pero según Coloane es posible. De hecho ¿Por qué no se va toda la gente buena de «Scumtown» y fundan otra ciudad, más tranquila que la anterior?
Los malos del filme son muchos, pero los principales son una tríada: el jefe de la mafia y sus dos hijos, increíblemente malvados. Tan malvados son que son inmunes a la electrocución (prefiero no contarle porqué). Pero hay una escena donde el filme toca su límite: uno de los hijos del malo sube a un bus escolar con un lanzallamas y quema a todos los niños a bordo mientras se ríe como un maniaco. Una escena así, de una crueldad semejante, puede ser tomado por el espectador como un no-va-más en muchos sentidos: como una provocación intolerable, como una muestra de la perversión moral de los realizadores o como un mensaje peligroso para todos. Creo que la primera opción es la correcta aquí, la provocación, pero creo también que incluso para los realizadores esto fue demasiado: a pesar de retratar muy detalladamente cada muerte y mutilación, en la masacre del bus escolar los realizadores prefieren la economía, la sugerencia antes que lo gráfico.
Si tuviera que ponerle una etiqueta al filme lo llamaría comedia «ultragore»: tan violento, sanguinario e irreal que mueve a risa. En esa línea están las excelentes «Brain Dead«, «Tokio Gore Police» y «Machine Girl«: filmes sin ley, donde el único debate moral es sobre la velocidad de la venganza y donde la gente (aquellos contenedores de sangre) no sufre heridas, sino espectaculares desmembramientos. Tal como le dije antes, es rofundamente irreal y es esa separación del mundo la que soluciona algunos de los debates que provocaron «Death Wish» y «Dirty Harry«: creer que «Hobo with a Shotgun» es una guía para resolver problemas en la vida real es tener un quiebre con la realidad, y eso es grave. Sin embargo, los filmes como guía es el problema al revés: el asunto es que los filmes son reflejo de la sociedad en la que surgen. Entonces ¿Somos la sociedad que disfruta la violencia en «Hobo…»? ¿Somos como la sociedad de este filme, donde la única opción es matar o morir?
Sin embargo hay otro asunto que me complica: desde el color del filme (tan intenso que parece fosforescente), pasando por la violencia e incluyendo el estilo de actuación de casi todos, excepto el gran Hauer, la apuesta es por la saturación. Como espectador ¿Es posible saturarse? Y si es así, sólo se me ocurren dos resultados: abandonar el género o abandonar todo lo que no sea este género, por «tibio» ¿Cómo solucionamos ésto? Quizá una solución sea tomar estos filmes como se toma al ají picante: ocasionalmente, bajo riesgo de úlcera.
Roberto Suarez Perez
elfilmedehoy