Y es raro este filme. Tiene un estatus de leyenda, pero durante gran parte del metraje cuesta entender porqué ¿Usted ha visto el videoclip más famoso de Beastie Boys, Sabotage? Pues esta película parece una versión extendida del mismo, con la misma estética y similar puesta en escena. Cuando es serio, es cómico. Cuando es cómico, da sueño. Cuando parece que todo está perdido se arregla muchísimo, eso sí.
Cuenta la historia de Mandrian Pace (suena como «el ritmo de Mondrián» ¿Cómo será eso?), quien es el líder de una banda de ladrones de autos y que ahora debe robar 48 carros en un par de días. Hay un auto que le gusta mucho y hay un par de robos más que debe hacer por un asunto de seguros. La verdad es que el argumento da lo mismo.
Increíblemente, la exposición del primer punto de giro se da en off, como si la hubiese hecho la segunda unidad (lo cual es terrible). Las escenas de interior están tan mal iluminadas que parecen ser realmente mostradores de multitienda. Hay una mujer bonita que no pesa mucho en la historia. Hay algo de exposición de personajes. Hay varias bolsas de heroína, que tampoco pesan mucho, la verdad. Hay prensa, y ésto es interesante: ya no se sostiene la ficción de los filmes de Don Siegel, por nombrarle a un notable, donde el tiempo actual no era más que un western remozado. Aquí no hay otra cosa que grite “modernidad” tan fuerte como el seguimiento de la prensa a la persecución automovilística del final.
Hay muchos autos tremendamente atractivos para aquel que le guste el tema. Curvilíneos, potentes, sensuales: del tipo de autos que sólo se ven en las buenas colecciones de Hot Weels. Resultó que son reales, después de todo.
Y está el final. Una enorme persecución automovilística de 40 minutos. Aquí está la sabiduría del porno: si se promete algo, se debe cumplir con creces. Y la persecución cumple con creces. Un chofer astuto y muchos policías, muchos choques y mucha destrucción. Carros de supermercado vaporizados, marihuaneros chocados (que aparecen sólo por el gusto de mostrar fumetas), políticos puestos en vergüenza, y un mustang increíblemente inmortal.
No le recomiendo el principio. Lo que sí le recomiendo es aplicar el saludable “poder de síntesis” de “Maldita Sea”, hasta que aparezca el carro amarillo. Así verá sólo lo que vale la pena aquí.
Y la pregunta inevitable ¿Cómo se compara este filme con su remake, el de Nicolas Cage? Bien y mal. El remake tiene mejor historia (a pesar que no es más que un sinfín de clichés, uno detrás del otro), mejor realización y en general es un espectáculo más parejo, se puede disfrutar completo, incluso con la cara de eterno orgasmo fingido (curioso, en un filme tan asexual) que Angelina Jolie exhibe en él. El original, en cambio, tiene una persecución llena de energía y brutalidad, que no esconde a los heridos de tanto desastre, como sí lo hacía el remake. Y el tema de los heridos es interesante también: cuando no están, toda la acción se reduce a una especie de juego, que emociona pero que no arriesga nada. Con el reguero de víctimas de choques, su servidor no dejaba de pensar así es como es, es real.
Impresiona el final de este filme.
Pero al final, a decir verdad, durante todo el metraje tuve la canción de Beastie Boys en mi cabeza. Si descontamos el final (un filme es mucho más que su final: tiene principio y desarrollo) éso fue lo mejor del filme, y ni siquiera estaba en él.
Roberto Suárez Pérez
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