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Ayer vi «The Devils»

La verdad es que la leyenda que rodea a este filme me hizo imaginarlo de un modo completamente diferente.
Cuenta la historia de los hechos de Loudun, que son conocidos como el caso más grande de posesión diabólica registrado. El filme se basa en el excelente libro de Aldous Huxley, el cual es tan exahustivo en su investigación que dedica aproximadamente una cincuentena de páginas a describir la composición y significado de la santísima trinidad (yo no tenía idea de esos asuntos). Como comprenderá, hablamos de palabras mayores.

El año es 1632 y Francia es azotada por la peste mientras su rey, Luis XIII, disfruta de las fiestas más extravagantes que pueda imaginar. En el pequeño pueblo de Loudun hay unas murallas enormes (testimonio de la autonomía de las polis sobre el poder del gobierno), un convento de monjas lleno y un sacerdote guapo y elocuente a cargo del pueblo tras la muerte del gobernador. El problema comienza cuando Grandier, así se llamaba el sacerdote, embaraza y abandona a la hija del hombre más poderoso del pueblo. La venganza llega e involucra desde el honor herido, el despecho erótico hasta la dominación del poder central (dominado por Richelieu) sobre las ciudades.

Las actuaciones son tan intensas y la puesta en escena tan bizarramente grandiosa, tan lejana al intimismo naturalista al que estamos acostumbrados, que por momentos parece que estamos frente a una obra de teatro, pero hecha por aquellos que sí creen que la dramaturgia puede cambiar al mundo. Hay una energía poderosa que recorre el relato desde el comienzo hasta el último plano y pasa por todos los personajes. El discurso del filme es así rotundo e inapelable, pero no tan sólo éso: el filme interpela, que es una palabra elegante para decir que te toma de las solapas y te grita «¡Ya lo sabes, dime qué vas a hacer con ésto!»

Es interesante esa cualidad, que este filme comparte con las joyas (como «Roma, ciudad abierta«) de lo que Scorsese llamaba la época más importante del cine: el neorrealismo italiano. Filmes poderosos, que lo sacuden a uno de sus cimientos y te empujan adelante. Y es curioso eso, ya que este superpoder de los filmes se ha perdido hoy, tanto de las obras actuales como del recuerdo colectivo (pareciera que pasamos de los cincuenta a Tiburón, sin pausa): hoy las películas seducen, calman y entretienen, pero no entran más allá. No movilizan, hacen pasar el rato.

No hay drogas en el filme, pero sí hay desnudos, enemas, duelos con cocodrilos, cadáveres y una especie de Fuenteovejuna al revés: donde todos están de acuerdo en ejercer la injusticia más atroz y sádica posible.

¿Se la recomiendo? Por supuesto que sí, pero no sé dónde pueda usted encontrarla (a menos que se meta en la bahía oscura de «los tubos»). Hay dos versiones circulando: una corta y otra con una escena de histeria colectiva (supuesto «endemoniamiento») en un convento, que la leyenda llama «la violación de Jesús»

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Por fin, gracias a la leyenda ¿cómo me había imaginado este filme? Como algo sacrílego (a los ojos del fundamentalismo al menos) pero menos serio, menos urgente, menos reflexivo.

Y por último, pero no menos importante: sale la siempre exquisita Vanessa Redgrave, joven. Eso nomás quería decirle.

Acerca de Roberto Suarez

Vivo en La Habana actualmente

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